Moro : La dignidad revolucionaria
El cáncer pudo, finalmente, el 26 de enero en Madrid, con la tenaz resistencia de Miguel Romero Baeza (Melilla, 1945). Periodista y militante revolucionario vivió y combatió a la dictadura franquista y al sistema capitalista con la misma pasión, inteligencia y dignidad con la que enfrentó su enfermedad. Nunca perdió la capacidad de indignación frente a la injusticia, siempre se puso del lado de las gentes de abajo, fue inmune al acomodo, en todo momento mantuvo la lucidez analítica y la decisión en la acción. Lo suyo, como ocurrió con tantos otros y otras revolucionarios, primero fue una sensibilidad hacia el sufrimiento ajeno, luego una opción ética (“con los pobres de la Tierra quiero yo mi suerte echar”) y más tarde, solo más tarde, vinieron la táctica y la estrategia, el partido y el programa. Vivió exactamente como pensaba. Ni una gota de ambición, ni un gramo de lucro. Decentemente. Austeramente. Incorruptible.
Por eso, ya muy deteriorado por la enfermedad, se encontraba como pez en el agua en las plazas del 15 M y en medio de las mareas o en las reuniones y actividades formativas con jóvenes de Izquierda Anticapitalista. Exactamente igual que cuando comenzó a participar en el movimiento estudiantil de los años sesenta, de forma idéntica a su presencia en los piquetes en las huelgas generales o en las movilizaciones primero por la amnistía, luego contra la entrada en la OTAN y la presencia de las bases norteamericanas, en la solidaridad con la frustrada revolución nicaragüense o en cualquier causa que mereciera la pena. Muy particularmente en todos los intentos de organizar la resistencia internacional frente al capitalismo global ; de ahí la intensa actividad que desplegó en las actividades en Foros Sociales Mundiales como el de Porto Alegre.
Con la misma valentía que luchó por conquistar las libertades se enfrentó con los frenos y cortapisas de la Constitución hija de una Transición que arrumbó las aspiraciones del movimiento obrero de todo el Estado español y de los pueblos de las nacionalidades. Se escapó de sufrir cárcel bajo el franquismo pero su artículo en el dossier “¡Viva la República !” en la revista Saida le llevó un mes a prisión por negarse a pagar la fianza que le exigía el juzgado. Paradojas de la vida, alguien que dedicó su juventud a tumbar la dictadura, se vio encarcelado por los nuevos demócratas por defender una forma de gobierno y estado democráticos. Fue un irreductible, jamás aceptó la farsa de los Pactos de la Moncloa ni de un régimen, el de la reforma, que hoy hace aguas y en el que no confía la juventud harta, insumisa e indignada.
Moro –nombre por el que le conocíamos sus compañeros y amigos, y con el que se identificaba plenamente– formó parte de la generación del 68, cuando parecía que podíamos cambiar el mundo, cuando –a pesar de la represión– corrían vientos de esperanza y generosidad, tiempos en los que no era una locura ni rareza luchar por la revolución socialista que, concebíamos bien distinta a la dictadura estalinista, y bien al contrario, pretendíamos que fuera la condición para una sociedad de mujeres y hombres libres e iguales. Tiempos de generosidad y compromiso, bien alejados del maldito principio rector del ratio coste/beneficio.
Precisamente entonces nos conocimos, en unos momentos en los que, tomando unas palabras suyas dedicadas a Silvino Sariego, forjamos “una amistad entrañable, creada hace más de cuarenta años, cuando amistad y revolución eran inseparables”. Moro además de un luchador, un activista y un lúcido político –de los que jamás cobraron una moneda de las arcas públicas– fue un amigo entrañable e incondicional de sus amigas y amigos para quienes es un orgullo el que hayamos contado con su afecto y confianza. Y compartido vida. Y ahí nació mi amistad y conmilitancia a prueba de pruebas con Moro, Jaime Pastor, Lucía González (¡cómo te echo de menos !), y siguieron llegando nuevas gentes a nuestras vidas : Chato Galante, Justa Montero, Marti Caussa, Petxo Idoyaga y se añadieron gentes muchas gentes de una lista imposible de reproducir.
En el año 66 estaba deseando organizarse políticamente, no hubo ni que argumentarle la necesidad de hacerlo, bastó con pasarle una cita. Pronto me di cuenta de la calidad del “fichaje”. Y desde entonces ni un solo día de su vida ha dejado de estar organizado para luchar. Porque Moro siempre concibió que la acción o es colectiva y compartida o no es emancipadora. Y democrática. La acción y la organización del movimiento social, para Moro y para quienes hemos compartido la experiencia, debe estar impregnada de democracia, de autogestión, de autoorganización. Para él no hay partido que merezca la pena si, aún en las peores condiciones de represión, no es totalmente democrático en su funcionamiento.
Primero militó en el Frente de Liberación Popular (FLP) y tras su disolución fue uno de los fundadores del grupo Comunismo, embrión de la Liga Comunista Revolucionaria (LCR) de cuya dirección formó parte y que durante años representó en los organismos de la Cuarta Internacional, dónde compartió debates, proyectos e ideas con gentes de la envergadura, entre otros, de Ernest Mandel (su maestro), Francisco Louça y Daniel Bensaïd. El Bensa, su amigo francés, referentes ambos de ambos en sus elaboraciones políticas, con el que mantuvo un diálogo permanente hasta el día de la muerte del filósofo y activista, el 12 de enero de 2010.
Moro jugó un papel clave en el acercamiento entre ETA VI y LCR que culminó en la fusión de ambas organizaciones. Durante años impulsó el desarrollo de las organizaciones revolucionarias en América Latina, años en los que fue director de la edición en castellano de Inprecor, revista política bimestral de LCR. Pero su mayor labor (e ilusión) periodística la volcó en sus artículos para Combate, periódico de esa misma organización de la que fue director en varias etapas, hasta la fusión de su partido con el Movimiento Comunista (MC). Tras el fracaso de esa unificación, formó parte de Espacio Alternativo, corriente de IU, que en 2008 abandonó la coalición y se convirtió en Izquierda Anticapitalista, organización de la que seguía formando parte activamente Miguel Romero.
Creó la revista bimestral Viento Sur, publicación con una importante influencia en la izquierda alternativa, de la que ha sido editor –y principal impulsor– durante los 131 números aparecidos hasta el día de hoy. Esta ha sido su principal contribución en los últimos años, incluidos los de su larga enfermedad, desde la revista de papel o la web. Labor periodística que ha compaginado con su participación en foros y mesas redondas, conferencias y charlas formativas, trabajo durante años en ACSUR-Las Segovias, y la autoría de obras como ¡Viva Nicaragüa libre ! (1979), La guerra civil española en Euskadi y Catalunya : contrastes y convergencias (2006) y Conversaciones con la izquierda anticapitalista (2012) o su participación como coautor en Porto Alegre se mueve (2003), 1968. El mundo pudo cambiar de base (2008), Enrique Ruano, memoria viva de la transición (2009) y Pobreza 2.0 (2012).
Moro vivió intensamente la vida, exprimió todo aquello que merecía la pena. Disfrutó de su familia hasta el último momento, del amplio clan de los Romero del que se vanagloriaba. Y con razón, añado, una vez los he conocido. Excepto su etapa de Paris, toda su vida adulta la pasó en Madrid, salvo cortas estancias en otras ciudades, obligado por la clandestinidad. Pero siempre profesó de andaluz. Un andaluz capaz de entender a las gentes de otros pueblos y de respetar su derecho a decidir. Disfrutó de sus amistades. De las antiguas y de las nuevas. De gentes viejas y de gentes casi recién llegadas. No perdió la capacidad de conectar con las siguientes generaciones. Disfrutó de los momentos, de cada momento. Rigió su cotidianeidad por el sabio “carpe diem”. Por su carácter y por su visión del mundo, “nada humano le era ajeno”. Todo le interesaba, desde el impacto de la biotecnología al significado de la obra de Brecht.
Pero sobre todo tenía aficiones. Grandes. Apasionado del flamenco y partidario de Enrique Morente, disfrutaba igualmente con la Sinfonía nº 40 de Mozart o con Tristán e Isolda ; fan de los Beatles y de Van Morrison y un buen conocedor del jazz. Pero sobre todo fue un lector empedernido, por supuesto de autores marxistas, pero no solo ; leía a Maiakovski, leía y releía Poeta en Nueva York. Miren por favor todas las contraportadas de Viento Sur y comprobarán el homenaje permanente a García Lorca. Y devoraba novelas desde que, según me contó, de chaval tropezó con La isla del Tesoro. Muy particularmente le apasionaba la novela negra. Como a tantos otros revolucionarios. Y el cine. Asiduo asistente al Festival de San Sebastián, es posible que tenga algún record de visionado de Roma cittá aperta o de Viridiana, admirador de Billy Wilder y de Berlanga, en más de un artículo político –no se sabe cómo– encontró la excusa para citar a Lauren Bacall. Y un secreto a voces : cuando jugaba el Barça, el reloj se paraba, y mejor esperar a llamarle tras la retransmisión del partido. Eso, todo eso y más, configuraba el mundo polifacético de alguien al que mucha gente solo conoció por su compromiso político.
¡Cuantas y cuantas cosas, amigo, compañero Moro, se podrían contar de ti ! No recuerdo ninguna mala. Y sí recordaré siempre los buenos difíciles momentos políticos y personales en los que estuvimos juntos, compañero. Hasta la misma noche que entraste en coma. Un momento antes aún tenías ganas de saber “cómo están las cosas”, las de siempre, las tareas del momento.
Si Moro pudiera hacer un balance de su vida, nada lo expresaría mejor que unas palabras que escribió hace décadas, en el artículo “Punto y aparte” del número 518 de Combate, y que puede explicar su constante esfuerzo por “conectar” con la juventud indignada, con las nuevas generaciones revolucionarias y su obsesión por la renovación, por dar paso :
“No hay más que mirar el esqueleto de artículo que tengo delante. Allí dice en la primera página “relevo”. No es una idea muy original, pero es verdad que eso es lo importante. Pasamos el testigo. Hemos recorrido el trayecto que nos tocó, tan distinto del que habíamos imaginado, con todas nuestras fuerzas. No estamos cansados. Aún con todos los obstáculos y tropiezos, nos ha gustado la carrera. Y ahora estamos satisfechos de dejar el testigo en manos que también son las nuestras y seguir adelante. Esto es lo que cuenta y todo lo demás es secundario”.
Manuel Garí, VientoSur
* http://vientosur.info/spip.php?article8677
Miguel Romero (1945-2014), a dignidade revolucionária
Faleceu neste domingo Miguel Romero (Melilla, 1945-Madrid, 2014), histórico ativista da luta anticapitalista no Estado espanhol, conhecido como o “Moro”, vítima de cancro diagnosticado há anos. Por Manuel Gari.
Miguel Romero : Pelo seu carácter e pela sua visão do mundo, « nada humano lhe era alheio »
Jornalista e militante revolucionário, viveu e combateu a ditadura franquista e o sistema capitalista com a mesma paixão, inteligência e dignidade com que enfrentou a sua doença. Nunca perdeu a capacidade de indignação diante da injustiça, sempre se pôs do lado dos de abaixo, foi imune ao acomodamento, em todos os momentos manteve a lucidez analítica e a decisão na ação. Como ocorreu com tantos outros e outras revolucionários, primeiro teve uma sensibilidade para o sofrimento alheio, logo uma opção ética (« com os pobres da Terra quero eu jogar a minha sorte ») e mais tarde, só mais tarde, vieram a tática e a estratégia, o partido e o programa. Viveu exatamente como pensava. Nem uma gota de ambição, nem uma grama de lucro. Decentemente. Austeramente. Incorruptível.
Por isso, já muito enfraquecido pela doença, encontrava-se como peixe na água nas praças do 15-M e no meio das “marés” ou nas reuniões e atividades formativas com jovens da Esquerda Anticapitalista. Exatamente da mesma forma de quando começou a participar no movimento estudantil dos anos 60, de forma idêntica à sua presença nos piquetes nas greves gerais ou nas mobilizações primeiro pela amnistia, depois contra a entrada na NATO e a presença das bases norte-americanas, na solidariedade com a frustrada revolução nicaraguense ou em qualquer causa que valesse a pena. Muito particularmente em todas as tentativas de organizar a resistência internacional frente ao capitalismo global ; daí a intensa atividade que desenvolveu nos Foros Sociais Mundiais como o de Porto Alegre.
Com a mesma valentia que lutou por conquistar as liberdades enfrentou-se com as travas e as restrições da Constituição, filha de uma Transição que derrubou as aspirações do movimento operário de todo o Estado espanhol e dos povos das nacionalidades. Escapou à prisão sob o franquismo, mas os seus artigos no dossier Viva a República ! na revista Saida levaram-no por um mês a prisão por negar-se a pagar a fiança exigida. Paradoxos da vida, alguém que dedicou a sua juventude a derrubar a ditadura, viu-se preso pelos novos democratas por defender uma forma de governo e estado democráticos. Foi um irredutível, jamais aceitou a farsa dos Pactos de la Moncloa nem de um regime, o da reforma que hoje mete água e no qual não confia a juventude farta, insubmissa e indignada.
“Moro”
Moro nome pelo qual o conhecíamos, os seus colegas e amigos, e com o qual se identificava plenamente – fez parte da geração de 68 quando parecia que podíamos mudar o mundo, quando – apesar da repressão – corriam ventos de esperança e generosidade, tempos em que não era uma loucura nem raro lutar pela Revolução socialista que concebíamos bem diferente à ditadura stalinista, e bem ao invés, pretendíamos que fosse a condição para uma sociedade de mulheres e homens livres e iguais. Tempos de generosidade e compromisso, bem afastados do maldito princípio reitor do rácio custo/beneficio.
Precisamente então conhecemos-nos, em momentos em que, tomando palavras suas dedicadas a Silvino Sariego, forjamos « uma amizade entranhável, criada há mais de quarenta anos, quando amizade e revolução eram inseparáveiss ». Moro, além de um lutador, um ativista e um lúcido político – dos que jamais cobraram uma moeda dos cofres públicos – foi um amigo entranhável e incondicional de suas amigas e amigos para quem é um orgulho ter contado com o seu afeto e confiança. E compartilhado vida. E aí nasceu a minha amizade e militância à prova de provas com Moro, Jaime Pastor, Luzia González (como tenho saudades !), e continuaram a chegar novas gentes a nossas vidas : Chato Galante, Justa Montero, Marti Caussa, Petxo Idoyaga e acrescentaram-se gentes, muita gente de uma lista impossível de reproduzir.
Participação política
No ano de 66 desejava organizar-se politicamente, não foi preciso nem argumentar a necessidade de o fazer, bastou marcar um encontro. Cedo me dei conta da qualidade do « contrato ». E desde então nem em um só dia da sua vida deixou de estar organizado para lutar. Porque Moro sempre concebeu que a ação ou é coletiva e partilhada ou não é emancipadora. E democrática. A ação e a organização do movimento social, para Moro e para os que compartilhámos a experiência, deve estar impregnada de democracia, de autogestão, de autorganização. Para ele não há partido que valha a pena se, ainda nas piores condições de repressão, não é totalmente democrático no seu funcionamento.
Primeiro militou na Frente de Libertação Popular (FLP) e depois da sua dissolução foi um dos fundadores do grupo Comunismo, embrião da Liga Comunista Revolucionária (LCR) de cuja direção fez parte e que durante anos representou nos organismos da Quarta Internacional, onde partilhou debates, projetos e ideias com gente da envergadura, entre outros, de Ernest Mandel (seu mestre), Francisco Louçã e Daniel Bensaïd. O « Bensa », seu amigo francês, referentes ambos de ambos nas suas elaborações políticas, com quem manteve um diálogo permanente até o dia da morte do filósofo e ativista, a 12 de janeiro de 2010.
Moro jogou um papel fundamental na aproximação entre a ETA VI e a LCR que culminou na fusão de ambas organizações. Durante anos impulsionou o desenvolvimento das organizações revolucionárias na América Latina, anos em que foi diretor da edição em castelhano de Inprecor, revista política bimestral da LCR. Mas o seu maior labor (e ilusão) jornalística virou-a nos seus artigos para Combate, jornal dessa mesma organização de que foi diretor em várias etapas, até a fusão do seu partido com o Movimento Comunista (MC). Depois do falhanço dessa unificação, fez parte de Espaço Alternativo, corrente da IU, que em 2008 abandonou a coligação e se converteu na Esquerda Anticapitalista, organização da qual continuava a fazer parte ativamente Miguel Romero.
Vento Sur
Criou a revista bimestral Vento Sur, publicação com uma importante influência na esquerda alternativa, da que foi editor – e principal impulsionador – durante os 131 números publicados até o dia de hoje. Esta foi a sua principal contribuição nos últimos anos, incluídos os da sua longa doença, desde a revista de papel ou o site. Labor jornalístico que compartilhou com a participação em foros e mesas redondas, conferências e palestras formativas, trabalhando durante anos na ACSUR-Las Segovias e autor de obras como “Viva Nicaragüa livre !” (1979), “A guerra civil espanhola em Euskadi e Cataluña : contrastes e convergencias” (2006) e “Conversas com a esquerda anticapitalista” (2012) ou sua participação como coautor em “Porto Alegre se move” (2003), “1968. O mundo pôde mudar de base” (2008), “Enrique Ruano, memória viva da transição” (2009) e “Pobreza 2.0” (2012).
Moro viveu intensamente a vida, dedicou-se a tudo aquilo que valia a pena. Desfrutou da sua família até o último momento, do amplo clã dos Romero do que se vanagloriava. E com razão, acrescento, uma vez conheci-os. Exceto na sua etapa de Paris, toda a sua vida adulta foi passada em Madrid, salvo curtas estadias noutras cidades, obrigado pela clandestinidade. Mas sempre professou ser andaluz. Um andaluz capaz de entender as gentes de outros povos e de respeitar o seu direito a decidir. Desfrutou de suas amizades. Das antigas e das novas. De gentes velhas e de gentes quase recém chegadas. Não perdeu a capacidade de ligar-se às gerações seguintes. Desfrutou dos momentos, da cada momento. Regeu o seu quotidiano pelo sábio carpe diem. Pelo seu carácter e pela sua visão do mundo, « nada humano lhe era alheio ». Tudo o interessava, desde o impacto da biotecnología ao significado da obra de Brecht.
Mas sobretudo tinha afeições. Grandes. Apaixonado do flamenco e partidário de Enrique Morente, desfrutava igualmente a Sinfonía nº 40 de Mozart ou Tristán e Isolda ; fã dos Beatles e de Van Morrison e bom conhecedor do jazz. Mas sobretudo foi um leitor empedernido, evidentemente de autores marxistas, mas não só ; lia Maiakovski, lia e relia “Poeta em Nova York”. Olhem todas as contracapas da Vento Sur e comprovarão a homenagem permanente a García Lorca. E devorava romances desde que, segundo me contou, de menino tropeçou com “A ilha do Tesouro”. Muito particularmente era apaixonado pela novela negra. Como tantos outros revolucionários. E o cinema. Assíduo assistente ao Festival de San Sebastián, é possível que tenha algum recorde de assistência a “Roma cittá aperta” ou “Viridiana”, admirador de Billy Wilder e de Berlanga, em mais de um artigo político – não se sabe como – encontrou a desculpa para citar Lauren Bacall. E um segredo : quando jogava o Barça, o relógio parava, era melhor esperar para ligar depois da transmissão do jogo. Isso, todo isso e mais configuravam o mundo polifacético de alguém a que muita gente só conheceu pelo seu compromisso político.
Quantas e quantas coisas, amigo, colega Moro, poder-se-iam contar de ti ! Não recordo nenhuma má. E sim recordarei sempre os bons e difíceis momentos políticos e pessoais em que estivemos juntos, colega. Até a própria noite que entraste em coma. Um momento antes ainda tinhas vontade de saber « como estão as coisas », as de sempre, as tarefas do momento.
Se Moro pudesse fazer um balanço de sua vida, nada a expressaria melhor que umas palavras que escreveu há décadas, no artigo Ponto e aparte do número 518 do Combate, e que pode explicar o seu constante esforço por « ligar-se » à juventude indignada, com as novas gerações revolucionárias e sua obsessão pela renovação, por abrir espaço :
« Basta olhar o esquema do artigo que tenho à frente. Diz na primeira página »substituição« . Não é uma ideia muito original, mas é verdade que isso é o importante. Passamos o testemunho. Percorremos o trajeto que nos coube, tão diferente do que tínhamos imaginado, com todas as nossas forças. Não estamos cansados. Ainda com todos os obstáculos e tropeços, gostámos da corrida. E agora estamos satisfeitos de deixar o testemunho em mãos que também são as nossas e seguir adiante. Isto é o que conta e todo o resto é secundário ».
Tradução de Luis Leiria para o Esquerda.net
* http://www.esquerda.net/artigo/miguel-romero-1945-2014-dignidade-revolucionária/31109